De entrenadores y jugadores. De jefes y colaboradores

baloncestoHace unos días, coincidí con buenos amigos en un encuentro que organizó Juan José Hernández Liras en Madrid. Fue una de esas sesiones imaginativas, entretenidas, interesantes, que sólo alguien con verdadero interés en cambiar las cosas es capaz de organizar. Allí estuvieron representantes de baloncesto de los tres clubes más importantes de Madrid. Me encantó aprender su forma de ver el baloncesto, la pasión que ponen en el cuidado de los jóvenes valores que serán el futuro de este deporte. Oí nombres de jugadores que dentro de unos años, pocos, estarán en ACB. Otros llegarán a la NBA. Es un privilegio estar con quienes están haciendo esto posible en chavales de cantera. Sinceramente, oyendo a estos tipos,  creo que tenemos en buenas manos el futuro del basket en España.

Volví a saludar a Paco Torres, a quien no veía hacía muchos años. Me hizo un buen regalo, el último ejemplar de la revista Gigantes que él dirige desde hace un porrón de años. Al día siguiente, en un viaje a Barcelona (casi seis horas de AVE entre ida y vuelta), me leí la revista ante la atenta mirada de reojo de mi vecino de asiento. Me llamó la atención un reportaje sobre jugadores de ACB que hablan de sus entrenadores. “Es duro, exigente, pide el máximo, quiere que trabajemos fuerte…” Estos son adjetivos que se repiten cuando uno habla de los que fueron sus entrenadores, pero me encantó leer de Larry Lewis (Assignia Manresa):  “las conversaciones fuera de la pìsta siempre fueron muy amables y simpáticas. No íbamos a cenar ni nada de eso…” Digo que me encanta porque recoge lo que creo que debe ser la relación de un entrenador con sus jugadores, al igual que debería pasar con los jefes en las empresas y las personas que tiene bajo su responsabilidad.

Luis Bullock hablaba así del coach Pfeiffer en la Canterbury Preparatory School: “Confiaba en los jugadores canteranos y aprendí muchísimo. Nos dio la oportunidad de crecer y nos puso en el escaparate para los técnicos de las universidades. Era muy duro y exigente…”

  • ¿Cuánto confiamos ahora en los “canteranos” en el mundo de la empresa?
  • ¿Cuánto espacio dejamos a la imaginación, a crecer como trabajador y como persona?
  • ¿Está relacionado ser exigente con intransigente? ¿Están reñidos ambos conceptos?
  • ¿Qué nivel de permisividad les damos para que encuentren sus propias soluciones? ¿Para que arriesguen en pos de una mejor solución?

De nuevo, el deporte nos vuelve a dar lecciones muy válidas para el mundo de la empresa. Josep Franch (DKV Joventut) dice de Paco Redondo (entrenador del cadete A de su club): “Era muy meticuloso con todo el mundo, aunque también se mostraba dialogante”

  • ¿Cuánto dialogamos con las personas en vez de imponer nuestro criterio?
  • ¿Cuántas veces confundimos meticulosidad con “ordeno y mando”?
  • ¿Cuánto talento de nuestros empleados nos perdemos en ese camino?

Pensando en los mejores entrenadores y los mejores jefes que yo he tenido, hay algunos rasgos que veo en común. Han exigido, pero han escuchado. Han apoyado y han buscado el éxito de las personas por encima de cualquier cosa. Todos ellos han triunfado estando para su gente, no sirviéndose de ellos.

Pensemos en qué podemos hacer mejor. Pensemos en qué hemos de cambiar para que las cosas vayan mejor. Forjemos un estilo de liderazgo personal, alejado de modas o patrones, que nos permita obtener lo mejor, desarrollar a las personas y conseguir resultados. 

Y luego a dormir con la conciencia tranquila.

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