Estar o no a la altura

Una noticia que da Expansión esta semana está corriendo como la pólvora con este acertado titular: Dos de cada tres jefes no están a la altura.
Concluye la noticia con estos demoledores datos que refleja el estudio de la consultora Otto Walter. Habla de éstos como los principales “pecados capitales” de los directivos españoles a juzgar por los encuestados:
  • la falta de visión estratégica y orientación a futuro de la compañía (en el 56,4% de los casos),
  • la incoherencia de las decisiones (el 46%),
  • la mala comunicación interna (el 33%),  
  • la falta de decisión y de atrevimiento (el 78%).


Falta de visión estratégica, incoherencia en las decisiones, mala comunicación y falta de decisión y atrevimiento. Naturalmente pienso que todas van en cadena. Si no sabemos dónde vamos, tomaremos decisiones para aprovechar los vientos, decisiones que serán difíciles de contar, y sobre las que tendremos dudas que nos reducirán la capacidad de decisión.  Por eso, lo importante es fijar el rumbo. Y nunca es tarde. Pongamos de nuevo un reto, una meta que sea alcanzable, que suponga un desafío conseguible, y empecemos todos a remar en la misma dirección.
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Cuando se pasa de tener sólo un sueño a perseguir una visión, ya estamos dando pasos para conseguir llegar. Metemos acción y movimiento. Pedimos a la gente, a toda, que se ponga en una dirección y que dejen de tirar cada uno para su lado. Cuando sabemos comunicar un proyecto, hacemos que la gente se atreva, que sea decidida, que luche por un fin común. Pero eso no es posible si no devolvemos a las personas la capacidad de tener iniciativa, de equivocarse, de gestionar su negocio para sumar al global. Hoy hay mucha gente en las empresas preocupados de salvar su foto, de no salir mal en los papeles, aún a costa del beneficio común. Hay mucha gente que antepone sus intereses personales a los de la entidad que les paga. La tiranía de los informes y la inmediatez del dato, nos tiene atrapados. Necesitamos vislumbrar un nuevo horizonte, algo por lo que luchar, necesitamos algo más de libertad, hacer bueno lo de que “antes pedir perdón que pedir permiso”, necesitamos demostrar lo que sabemos hacer para ayudar al colectivo al que pertenecemos.
Lo que es una verdadera pena es el precio que se ha de pagar para darnos cuenta de esto. Muchas veces, gente muy competente, muy buena, ha de bajarse del barco para que las personas reaccionen. Y es una pena perderlos de compañeros en el viaje. Yo, a todas esas personas que han dado lo mejor, que se han preocupado por las personas, que se han desvivido por capitanear el viaje, las admiro, se lo agradezco infinito y les deseo toda la suerte del mundo.

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